Con más de 15 años de experiencia en tecnología, en tres continentes, Alison Caldicott, jefa de Marketing y Comercio Digital de WiseTech Global, tiene amplios conocimientos y muchos consejos para compartir, y es una apasionada defensora de la cultura de igualdad y respeto.

En el Día Internacional de la Mujer, conversamos con Alison sobre sus experiencias en tecnología, cómo superó el síndrome del impostor al apoyarse a sí misma y por qué todos tenemos un rol que desempeñar para eliminar los prejuicios de género.

¿Cómo ingresó en el sector de la tecnología y cuál ha sido su experiencia como mujer?

Mi formación es en marketing y comunicación, pero hace unos 15 años que trabajo en tecnología y, en general, he tenido una experiencia increíble.

Llegué a esta industria hace ya bastantes años, cuando empecé a trabajar en una agencia de relaciones públicas de Sídney. En aquella época, tuve que decidir si quería trabajar con una línea de productos de lujo para el cuidado de la piel o con un cliente de telecomunicaciones globales. Mis amigos pensaron que estaba loca cuando elegí la segunda opción.

Hasta ese momento, nunca había considerado trabajar en tecnología, pero me encantó el ritmo dinámico de trabajo y que la innovación y el emprendimiento fueran elementos esenciales del sector.

Me encantaría decir que fueron pocas las veces que me han recordado (consciente o inconscientemente) mi género en el trabajo, pero lo cierto es que esos momentos quedan grabados en la memoria. El sector de TI, como tantos otros, sigue estando dominado por hombres, sobre todo en los puestos técnicos y gerenciales.

No existe una solución específica para este desequilibrio, pero me gusta ver que cada vez surgen más conversaciones en torno a las causas de este problema, no solo los síntomas. Por ejemplo, estudios recientes han revelado que las percepciones anticuadas de los padres y de las madres con respecto a los empleos para hombres y mujeres han desalentado a muchas mujeres a abrirse camino en el sector de ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM).

Por esa razón, para mí fue una gran inspiración el compromiso personal que asumió nuestro director ejecutivo, Richard White, con la transformación de la educación STEM en las escuelas secundarias de Australia, en particular para niñas y estudiantes de zonas apartadas. Unos 10 años después, me deleito al escuchar historias de mujeres maravillosas que dirigen muchas de las empresas de tecnología más pujantes e innovadoras de Australia.

¿Cuál es el logro que más le enorgullece, dentro o fuera de su trabajo?

Creo que fue apoyarme a mí misma cuando asumí mi cargo actual en WiseTech, como jefa de Marketing y Comercio Digital, a principios de 2021.

En términos empresariales, fui una “colaboradora individual” durante varios años. Para el público general, esto significa que no tenía mucha experiencia dirigiendo grandes equipos.

Este puesto supervisa un equipo global bastante grande de expertos en marketing, plataformas digitales, diseño y producción de videos, por lo que me preocupaba que mi falta de experiencia en gestión de personal fuera evidente desde el principio.

Me dejé llevar por la inquietud durante un par de días, pero luego seguí el consejo de un amigo de escribir todas las cosas buenas que yo podía aportar al puesto, incluidas las experiencias únicas que había tenido en los cinco últimos años viviendo y trabajando en los Estados Unidos y el Reino Unido.

Claro, no había gestionado un equipo grande. Pero sí había hecho una comisión de servicio de seis meses en una increíble empresa de sanidad electrónica de Londres. Había estado en San Francisco, trabando junto a personas brillantes de muchas de las principales empresas de tecnología del mundo. Incluso había tenido la oportunidad de convocar a un grupo de colegas para que participaran en la Marcha de la Mujer en Nueva York, en solidaridad con otras mujeres que habían participado en protestas similares en todo el mundo.

Y fue a través de este proceso de reflexión como me di cuenta de que las experiencias vividas (en particular los fracasos y las lecciones aprendidas) eran muy valiosas, por lo que debía celebrarlas en lugar de restarles importancia. Siempre habrá un manual corporativo para triunfar en la vida profesional, pero no necesariamente es el que una debe seguir.

¿Qué consejo les daría a otras mujeres que deseen seguir una carrera en tecnología?

Mi primer consejo es formar una pequeña red en la que puedan confiar, unas tres o cuatro personas, a las que puedan contactar de inmediato cuando necesiten asesoramiento importante en el trabajo. Lo ideal es que los valores fundamentales de estas personas estén alineados, que tengan experiencias profesionales diferentes y, lo más importante, más ganas de arriesgarse.

Cuando regresé a Sídney después de vivir en los EE. UU., pensé que era una buena idea consultar a muchas personas sobre cuál podría ser el siguiente paso en mi carrera profesional. No lo hagan. Obtendrán miles de opiniones distintas sobre lo que estas personas harían si estuvieran en su lugar. Pero no necesariamente lo que es mejor opción para una.

Uno de mis mejores amigos trabaja en el sector financiero en el extranjero y coincidimos en un programa corporativo de mentores hace unos 10 años. Puede que solo hable con él una vez al año, pero confío ciegamente en sus consejos y siempre acudiré a él cuando necesite motivación para asumir un riesgo o para analizar cualquier tema relacionado con el salario.

Mi otro gran consejo (quizás más fácil de decir que de hacer) es que apuestes por ti misma y no dudes de que tienes lo que hace falta para alcanzar tus metas.

Cuando tenía poco más de 20 años, solía alternar entre el síndrome del impostor, el miedo al fracaso y la sensación de que debía estar eternamente agradecida por cualquier oportunidad profesional que se me presentara. Fue un desperdicio de energía.

¡La vida es corta! No vale la pena perder tiempo en preocuparse por lo que otra persona podría estar pensando de nosotras. Busca una empresa en la que puedas expresarte, hacer un trabajo que te guste y te salga naturalmente, y triunfar junto a un grupo de personas inteligentes y sensibles que te inspiren. Esos trabajos de verdad existen, y me siento muy afortunada de experimentarlo todos los días en WiseTech.

¿Qué significa para usted el Día Internacional de la Mujer?

El Día Internacional de la Mujer siempre ha sido un día muy especial para mí. Representa una oportunidad para detenernos, reflexionar y celebrar las historias y los éxitos de las mujeres.

En los últimos años, se ha convertido en una fecha muy importante para evaluar el progreso, o quizá la falta de progreso, con respecto a varios de los retos sistemáticos que enfrentan las mujeres. Pensemos en cuestiones críticas, como superar la brecha salarial, invertir en reformas para el cuidado infantil o integrar más mujeres en la fuerza laboral.

En 2022, abordar estos temas es más apremiante que nunca. Hay muchas investigaciones que señalan que las mujeres fueron las más afectadas por la pandemia, sobre todo las que trabajaban en empleos de bajos ingresos, que sufrieron una reducción del empleo, las horas de trabajo y los salarios, en mayor medida que los hombres.

Además, aunque no conoceremos el alcance total del impacto hasta dentro de algunos años, los datos indican que todos los tipos de violencia contra las mujeres y niñas (y en particular la violencia doméstica) se han intensificado desde el estallido de la COVID-19.

Estas estadísticas son desgarradoras y nos recuerdan por qué eventos como el Día Internacional de la Mujer no deben considerarse una mera “celebración” anual ni un trámite corporativo banal.

La gran Brittany Higgins, durante su participación reciente en el Club Nacional de Prensa en Canberra, afirmó: El tiempo para hablar ha llegado a su fin. Tenemos que asegurar que las palabras se correspondan con los hechos.  

¿Qué significa para usted el lema del Día Internacional de la Mujer de este año: “Romper los prejuicios”?

Tengo una buena anécdota al respecto. Hace algunos años, en una cena de trabajo, me senté junto a un cliente al que no conocía, y nos pusimos a charlar amablemente.

Al cabo de unos minutos, me preguntó dónde había estudiado en Sídney. Siempre me ha parecido una pregunta capciosa y bastante irrelevante, no importa si acabas de graduarte o si terminaste hace 20 años, como en mi caso.

Le pregunté por qué quería saberlo. Me dijo, sin rodeos, que quería “etiquetarme”. Confundida, le pregunté qué quería decir. “Dónde estudiaste me ayuda a ponerte una etiqueta. Me dice mucho sobre ti”, me dijo. Quedé atónita.

Este es un ejemplo de un prejuicio social, no de género. Sin embargo, demuestra lo fácil que es para algunas personas hacer suposiciones sobre la personalidad, las capacidades o la inteligencia a partir de cualquier estereotipo, como el aspecto, la forma de hablar o el comportamiento.

Para las mujeres en el entorno laboral, esto puede suponer que alguien asuma que debes ocupar un puesto de menor jerarquía por tu edad. O quizá, un compañero de trabajo piensa que eres “agresiva” en una reunión, cuando a un colega hombre en circunstancias similares lo calificaría de “asertivo”.

Estos prejuicios son muy frustrantes, pero además hacen mucho daño. Y son aún más agudos y dañinos para mujeres de color, LGBTQI+ o discapacitadas.

Lamentablemente, no existe una solución sencilla para eliminar los prejuicios. Lo que sí es evidente es que todos tenemos la obligación de identificarlos y combatirlos.

Para mí, esto significa prestar atención a las opiniones de los demás, entablar conversaciones incómodas y responsabilizar a las personas y a las instituciones por sus palabras y acciones. En última instancia, se trata de abordar nuestras diferencias como una fuente de conocimientos y de conexión, luchando por una cultura basada en la igualdad y el respeto.